Día 4 La masificada Venecia

A las 7:25h, con mucha suerte, pero mucha suerte, salimos de Milán para Venecia. Aviso a mochileros: comprad el billete en las máquinas, te ahorrarás tiempo de cola, está en español y es muy sencillo. Después de comprarlo no entréis en el tren sin más. Hay que validar el billete en unas máquinas amarillas que hay a la entrada del andén. La multa es considerable, así que no os olvidéis de hacerlo.

Gracias a la suerte, a la chica americana que nos informó y a nuestra forma física no perdimos el tren de milagro. El tren duró 3h y 20min, cogimos el regional, el más barato: 14’5€ sólo ida (http://www.trenitalia.com/). Hay otros trenes más rápidos pero el precio se eleva 10€ más.


A las 11h estábamos en la ciudad de los canales… y de los turistas. Después de hacer una cola de 15 minutos para dejar las mochilas (6.30€) decidimos comprarnos una pizza (no muy buena, la verdad, 3€ un trozo grandecito) para salir del paso. La estación de tren Santa Luzia se encuentra a media hora del centro, perdiéndote por las callejuelas de Venecia.
Nuestra estancia en Venecia fue en abril. Ni en Semana Santa, ni ningún puente o festivo nacional y aquella ciudad era sólo turistas. Me lleve una desilusión del estado de la ciudad. Abandonada, sucia y sin encanto. Es Venecia sí, es impresionante pasearla, cruzar sus puentes, los famoso y no famosos, las (timadoras) góndolas, la Plaza San Marcos, el Palacio Ducal, el Campanille, la Basílica…

Cuando llegamos a la Plaza San Marcos. Nos pusimos a cola para entrar en la Basílica. Una obra maestra de aire bizantino, del siglo XI cuyos añadidos posteriores han otorgado a la basílica de San Marcos un aspecto muy personal, ya que observamos elementos bizantinos junto a otros góticos o musulmanes. Para entrar, no te dejan llevar la mochila (pequeña) y la tuvimos que dejar en una consigna, gratis, que hay en la plaza.

A continuación subimos al Campanille (8€), desde dónde se ve toda Venecia e incluso las islas de alrededores. Desde ahí se puede apreciar la cantidad de templos que hay, las torres inclinadas, las zonas verdes…

Estábamos cansadas de tanta gente, tanta masificación, tanto puesto y tiendas de souvenirs, así que decidimos perdernos, alejándonos del centro. Fuimos hacia el parque y por ahí hasta el barrio judío. Por la tarde visitamos la otra zona del canal, buscando iglesias y edificios emblemáticos, simplemente impresionante.

El albergue (22€ noche/persona con desayuno) que escogimos se encuentra en la Isla de la Giudecca, hay que coger un barco obligatoriamente que cuesta 6’5€ y tiene una duración de 1h (el ticket del barco). Hay que decir que nunca pasan los revisores y que casi nadie los paga. Nosotras nos arriesgamos dos veces y nos salió bien. El albergue era bueno, aunque era la primera vez que iba a uno con las habitaciones tan llenas, casi 18 personas por habitación. Es muy incómodo por el ruido, ronquidos, luz, etc. Pero al estar tan cansadas, dormimos como bebés.

Por la noche, mientras yo hablaba con mi familia, mi amiga salió fuera del albergue y así conoció a Diego, un mexicano que llevaba un mes viajando con su mochila por Europa. Al día siguiente nos íbamos a visitar Bérgamo y él se vino con nosotras.
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