Nueva York (IV): Día de puentes y rascacielos icónicos

Después del fin de semana volvíamos movernos por los barrios con más vida de la ciudad. La ruta para este día nos iba a llevar a salir por primera vez de Manhattan, a Brooklyn, y subiríamos por la zona este de la isla. Y visitaríamos tres de los emblemas de esta ciudad: el puente de Brooklyn, el edificio Flatiron y el Empire State.

DÍA 16 DE ENERO: DUMBO, CHINATOWN, LITTLE ITALY Y NOHO


Nuestro día iba a comenzar en el barrio de Brooklyn, para lo cual nos teníamos que desplazar en metro. Habíamos pensado en realizar un truco para ver la antigua estación abandonada de ‘City Hall’, que sólo es visitable si te haces socio del ‘Museo de Transportes’ y pagas una entrada de 50$, según habíamos leído. La línea 6 de metro acaba en la estación de ‘Brooklyn Bridge’ y ahí todos los pasajeros deben bajarse, siguiendo el tren vacío para dar la vuelta, pasando por esta bonita estación, ya en desuso. El truco consiste en quedarte dentro del tren, escondido, y permanecer dentro mientras da la vuelta, pudiendo ver la estación. Otra opción es preguntar a los conductores si puedes quedarte para verla, pero nosotros no somos capaces de la primera y nos daba vergüenza la segunda, pero ahí dejamos el consejo.

Cruzamos a Brooklyn en la línea 5 del metro y nos fuimos a visitar el barrio de Dumbo, siglas de Down Under the Manhattan Bridge Overpass (‘Bajo el paso del puente de Manhattan’, en castellano), una zona de moda a este lado del río East. No sólo tienes unas vistas maravillosas e icónicas del puente de Manhattan, sino que en los bajos de sus edificios están proliferando cafeterías, galerías de arte y tiendas de ropa. Uno más de los barrios rehabilitados de la ciudad que cada vez está recibiendo a más turistas.

La más famosa imagen del barrio de Dumbo: puente de Manhattan y Empire State
En la zona más occidental de Dumbo se encuentra el puente de Brooklyn, uno de los símbolos de la ciudad, y a orillas del río East, a esa hora de la mañana, se encuentran las mejores vistas del puente. Pudimos disfrutar de un buen rato fotografiándolo (que en persona parece más corto, pero no pierde un ápice de majestuosidad) y sentados apreciando las vistas. El único pero al puente de Brooklyn es que, para subir a él y volver caminando a Manhattan, hay que andar una media hora, así que allá fuimos.

Las vistas del puente de Brooklyn y, al fondo, Manhattan
Volvimos caminando, a paso calmado. Apreciamos que en dirección Manhattan apenas éramos un puñado de turistas, y no fue hasta la zona de la mitad del puente que nos empezamos a cruzar de cara con los que los andaban en la dirección opuesta. Esto nos permitió tener tiempo suficiente para hacer todas las fotos que quisiéramos sin que en ellas salieran decenas de personas. Por cosas así nos encanta viajar fuera de las temporadas altas: poder sentarte en el suelo del puente de Brooklyn y hacer una foto casi en solitario.

Con el puente casi vacío para poder tomar fotos con tranquilidad
Estábamos de vuelta a Manhattan y sólo nos quedaba pasear. Para dirigirnos al norte nos marcamos una ruta que atravesaría algunos de los barrios más característicos de la ciudad. A la entrada de Chinatown, donde en un momento se ubicó el barrio de Five Points (famoso por la película ‘Gangs of New York’) está el cementerio más antiguo de la ciudad, donde hay enterrados judíos españoles y portugueses y que data del siglo XVII. Luego atravesamos Chinatown, que a diferencia de otros barrios chinos que hemos visitado, sí que te trasladaba a China. Infinidad de tiendas, un tráfico caótico y, como es lógico chinos por todas partes (y muchos turistas).



El cementerio más antiguo de Nueva York (arriba) y carteles en Chinatown
Sin darnos cuenta estábamos en Little Italy, que cada vez tiene más de Little (pequeño) y menos de Italy (Italia). Aun así todavía sus calles están llenas de señales de esa gran comunidad que un día dio vida a este barrio. Restaurantes y cafeterías italianas, banderas tricolores… Toda esta zona de la ciudad resulta un paseo agradable. Es cierto que ha quedado relegado a una zona turística, donde muchos visitantes pasean y acaban comiendo o cenando en sus restaurantes y comprando en sus tiendas, y la mayoría de italianos se han dispersado por otros barrios neoyorquinos ante los cada vez más elevados alquileres.

Quedan pocos signos de la clásica Little Italy
Nuestro camino seguía hacia el norte y de repente ya pisábamos el NoHo. Aquí volvíamos al ambiente que vivimos unos días antes paseando por SoHo o West Village: cafés modernos, galerías de arte, tiendas de ropa… Otra vez teníamos Broadway muy cerca y de vez en cuando nos acercábamos a ver sus edificios, tan enormes y diseñados con tanto gusto. Llegamos al Madison Square Park, donde se encuentra el edificio Flatiron. A mucha gente ese nombre tal vez no le dice tanto como el de otros edificios de la ciudad, pero todos lo reconoceréis como ese rascacielos muy fino de Nueva York. El Flatiron hace esquina entre Broadway y la Quinta Avenida y resulta una rara avis en esa zona de la ciudad, donde todos las edificaciones son macizas, ocupando mucha anchura y tratando de impresionar a los viandantes. El Flatiron es un edificio humilde y bello, nada pretencioso. Y tal vez por eso y por su originalidad ha llegado a ser uno de los lugares más fotografiados de Nueva York.



El edificio Flatiron, el más original rascacielos de Nueva York
No mucho más arriba del Flatiron está el coloso de la ciudad, el Empire State. Como ocurre con casi todos los rascacielos del mundo, cuando más te acerques peor lo verás. No subimos al observatorio porque decidimos hacerlo al Top of the Rock y seguimos considerando que fue la mejor decisión. La mejor manera de ver el Empire State es desde ese observatorio, pero si no puedes subir lo mejor es caminar por la calle 34 hacia el Madison Square Garden/Penn Station. Una vez hayas andado unos cuantos metros gira tu mirada y verás esta icónica silueta. Merece la pena.

El Empire State desde la calle 34
Este lunes era festivo por celebrarse el Día de Martin Luther King, así que los Knicks jugaron en jornada de mediodía, por lo que llegamos al Madison poco después de haber terminado el partido. Hay que decir que Alejandro es un amante de la NBA (de hecho, periodista de la NBA había sido su profesión antes de salir de España), pero las entradas para un partido de los Knicks son excesivamente caras. La más barata para los partidos de esta semana costaban 70$ cada uno, mucho más de lo que estamos dispuestos a pagar. Mucha gente va a Nueva York y ve un partido NBA incluso sin que le guste, de ahí que las entradas estén a precios de turista, y no queríamos sobrepagar un producto. Ya tendremos oportunidad de ver partidos NBA cuando viajemos por Estados Unidos a precios mucho más bajos.

Mural situado a la entrada del Madison
Aquí acababa nuestro día. Nueva York nos permitía haber disfrutado, en bastante soledad, de algunos de los emblemas de la ciudad. No nos queríamos imaginar cómo debía ser caminar por el puente de Brooklyn a rebosar de gente, casi sin espacio, evitando golpes y molestando a los ciclistas. El paseo por esta ciudad a veces puede resultar calmado, relajado, con tiempo incluso para tomar un café en un moderno bar del NoHo. Hay que dejar que Nueva York vaya entrando en ti.

Puedes leer todas nuestras entradas de Nueva York en este enlace.

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