Dejábamos Taupo con un trabajo y una casa bajo el brazo rumbo a Hawkes Bay el 2 de Febrero. Desde la empresa RJ Flowers nos habían contestado ese mismo día y comenzaríamos a trabajar a la mañana siguiente. La casualidad de que Rober y Berta de Dando una vuelta por el mundo estuvieran en la misma empresa y, posiblemente la misma casa, seguramente nos facilitaría la estancia.
Después de llegar a la que sería nuestra casa, el Butterfly Cottage, conocimos en persona a Rober y Berta. Nos hablaron de cómo sería el trabajo, nos enseñaron la casa y nos pusieron al día de cómo funcionaba todo en la empresa y a cada segundo eramos más optimistas. A la mañana siguiente comenzaríamos con la recogida (picking, como se dice aquí) de peras y no iba a ser un día precisamente fácil, así que nos dimos una buena ducha, preparamos la comida para el día siguiente, cenamos y fuimos temprano a dormir.
El primer día llegábamos a uno de los bloques que RJ Flowers posee en la zona de Twyford, a las afueras de Hastings. Uno de los trabajadores, Brian, nos recibió al grito de "New People!" y en ese momento nos íbamos dando cuenta de que el ambiente iba a ser agradable. Nos trajeron los capazos que nos colgarían del pecho los próximos dos meses y en cinco minutos ya estábamos recogiendo peras y subiéndonos a la escalera. Y casi no pararíamos en ocho semanas.
EL TRABAJO
Nuestro trabajo en RJ Flowers fue alternando, durante las primeras tres semanas, la recogida de peras con el thining, que consiste en eliminar la fruta que no sirve, bien porque sea más pequeña de lo que debiera o porque tenga algún problema (golpes, deformes, etc). Se agradecía que comenzáramos la semana recogiendo peras y el resto la pasáramos mirando kiwis o manzanas hasta que viéramos los que no servían. Con las peras era algo más sencillo: había que coger todas las peras que estuvieran en el árbol.
En total en el tiempo que pasamos en la empresa recogimos cinco tipos de peras distintas. Empezamos con las Belles (las Sugar Pears) no demasiado grandes pero que estaban buenísimas. La recogida duró unos dos días, no más, y los dos trabajábamos juntos en la misma fila, cobrando por horas y sin importar demasiado cuántas bins llenáramos entre los dos. Pero el trabajo era duro. Teníamos que mover una escalera de tres metros de altura que pesaba bastante y no era muy fácil de manejar, pero que al final le cogías el punto. Y a los pocos días ya nos colocábamos en lo más alto, venciendo los miedos del principio.
Nuestro segundo tipo de pera fueron las WBC, unas grandotas que teníamos que elegir con un anillo de 60 mm de diámetro. Nada que cupiera por ese aro podía estar en la bin, por lo que teníamos que ser más selectivos, lo cual, como es lógico, ralentizaba el trabajo. Y entre las Belles y las WBC hacíamos el thining de kiwis o manzanas, mucho más aburrido pero también más descansado. En estas semanas siempre teníamos el debate de qué nos gustaba más: el ajetreo más duro pero donde el tiempo pasaba más rápido de las peras o el aburrido thining pero mucho más ligero.
En nuestra cuarta semana de trabajo comenzó el picking de verdad. El resto de las peras ya estaban listas y eran muchos más bloques y muchos tipos distintos de árbol. Serían semanas completas de recogida, trabajando sábados incluidos, con las Bosc y las Packham, dos tipos diferentes de peras. Las primeras, muy delicadas, eran alargadas y bastante grandes; las segundas, las más grandes y pesadas de todas, te llenaban una bin en poco tiempo.
Hay que decir que en la empresa se cobraban determinados trabajos como el thining por horas, a 14'50 NZD la hora (unos 10€). La recogida, a excepción de las Belles, se hacía por lo que aquí se llama contract (para entendernos, por producción). Cada bin de cada tipo distinto de pera se pagaba a un determinado precio (entre 32 y 35 NZD), por lo que debías cumplir unos mínimos al día. Nosotros comenzamos recogiendo bastante por debajo del mínimo, pero estamos muy orgullosos de que poco a poco íbamos mejorando hasta el punto en que lográbamos el mínimo y nuestra nómina semanal se viera incrementada unos pocos dólares a la semana. No era tanto una cuestión de dinero como de superación personal.
Y tras las peras llegaron las manzanas, las Jazz. En todas partes donde busques información sobre el trabajo de recogida de fruta siempre leerás que peras y manzanas son las más duras de todas. Para nosotros las segundas fueron mucho peores. Con las peras, a excepción de las WBC y las famosas anillas, tenías que recoger todo el árbol. Pero con las manzanas todo se complicaba mucho más: las manzanas debían ser rojas (pero rojas nivel Blancanieves) y ese color debía ocupar el 50% de la manzana, había que dejar todas con el rabito intacto y no podían tener golpes, unos golpes que salían con cualquier pequeño toquecito que dieras a la manzana con otra manzana, con la escalera, el capazo, el suelo de la bin, etc. Tenía el lado positivo de que las manzanas eran menos pesadas que las peras, pero nos sentíamos mucho más lentos y que todo lo que habíamos progresado en las dos primeras semanas se perdió al subir a los manzanos.
Además también recogimos otro tipo de peras, las Winter Nellis, unas muy pequeñas en las que no importaba el tamaño y con las que estuvimos un par de días en mitad de las manzanas. Y también, aunque sólo durante dos horas, recogimos kiwis. Durante todo el tiempo que estuvimos haciendo el thining de kiwis nos habían dicho que la recogida no sería hasta el mes de abril, cuando ya teníamos planeado no seguir en la empresa. Pero de repente una tarde nos mandaron a todos a un bloque a por kiwis. Trabajamos todos juntos, con cinco o seis personas por fila, llenando todos las mismas bins. Fue divertido y ahora podemos decir que hemos recogido kiwis en el país de los kiwis.
Las ocho horas de trabajo diario se hacían más llevaderos gracias a los descansos y las comidas que hacíamos cada día y que nos avisaban a grito de pulmón. Primero estaban los descanso de quince minutos, llamados Smokos, uno a las 10 de la mañana y otro a las 15. La propia empresa nos daba café o té y aprovechábamos para comentar cómo iba yendo el día. Allí nos juntábamos todos los trabajadores y poco a poco íbamos hablando más con los compañeros. Era el mejor momento para relacionarse con ellos. Y a las 12 teníamos la hora de la comida, el lunch time, que nos obligaba a cocinar la noche anterior. Comíamos entre los manzanos y los perales, salvo los viernes (menos el primer que fue festivo), en los que la empresa nos invitaba a comer en la zona de la oficina. Aunque la calidad de la comida oscilaba bastante, se agradece el hecho. Al finalizar cada comida los viernes, Shona, la jefa, nos daba una charla de cómo iba yendo el trabajo y daban el premio al trabajador de la semana, una detalle que se agradece y que no creemos que sea muy habitual en España.
Y así transcurrió nuestro trabajo en el campo, que aunque fue duro se hizo bastante llevadero, como podéis ver en este vídeo que hemos hecho:
A continuación os dejamos un desglose de nuestros ingresos, gastos y el ahorro (en NZD) de estas ocho semanas en la empresa:
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