Nueva York (III): Un paseo reflexivo por Central Park

Nuestro tercer día en Nueva York nos llevaría a recorrer las pequeñas colinas de Central Park completamente cubiertas de nieve después de haber disfrutado en Harlem del calor local de una pequeña iglesia en una misa góspel. Y para terminar, la visita al Museo de Historia Natural, donde cumplimos el sueño de ver los restos de nuestros admirados dinosaurios

DÍA 15 DE ENERO: HARLEM, CENTRAL PARK Y MUSEO DE Hª NATURAL


Los domingos son días de descanso, de paseo y para mucha gente, de misa. Para nosotros la parte religiosa y espiritual de una misa no nos llama, pero sí que lo hacía el poder visitar alguna iglesia del barrio de Harlem y disfrutar de las famosas canciones góspel. Por eso madrugamos y nos movimos hasta este barrio del norte de Manhattan, justo encima de Central Park, a la First Corinthians Baptist Church. Llegamos algo tarde y sólo pudimos asistir a la parte final de la música con la que empiezan estos actos religiosos, pero decidimos quedarnos hasta el final y conocer cómo viven su religiosidad los asistentes a la misa. La iglesia es como un teatro (de hecho, posiblemente fuera un antiguo teatro viendo su estructura) y todos los asistentes eran de raza negra, excepto una decena de turistas. Nos gustó que el discurso del pastor fuera más allá de lo puramente religioso: hablaba de encontrarte a ti mismo, de confiar en ti, de creer en ti. No hemos asistido a muchas misas católicas, pero nuestra breve experiencia nos decía que a veces escuchar un discurso religioso, sin necesariamente nombrar a ningún dios, podía ser motivacional para mucha gente. Más aún en un barrio como ese.

Interior de la iglesia de Harlem
Salimos de la misa con la sensación de haber formado parte por un tiempo de una comunidad local donde todos se conocían. Por supuesto en esta iglesia saben que asisten turistas, pero a diferencia de otras no te colocan en una zona alta alejada del resto. Estuvimos mezclados con ellos, nos cogimos de la mano, nos abrazamos, les teníamos cerca. Puede resultar una experiencia interesante para un domingo por la mañana neoyorquino. Fuimos a desayunar y caminamos hasta el inicio norte de Central Park, donde aún permanecía la nieve que había caído la noche anterior. Central Park es un parque enorme pero es más pequeño de lo que uno imagina antes de venir a Nueva York. Recorrerlo de este a oeste puede llevar unos pocos minutos y hacerlo de norte a sur algo más de una hora. Mucha gente alquila bicicletas, pero a nosotros nos parecía más atractivo hacerlo a pie. Es cierto que hay varios hitos visitables en el parque (sobre todo estatuas) y que en invierno el gran llano de césped central está cerrado, pero lo mejor es dejarse llevar y caminar. 


Distintas imágenes de Central Park
Si comienzas tu paseo desde el norte y bien temprano irás notando que quienes te rodean van variando a medida que avanza la mañana y tú te bajas al sur. Al principio sólo veíamos gente local paseando, con sus perros, corriendo o en bicicleta. Apenas distinguimos a algunos turistas, que al igual que nosotros trataban de disimular su estatus. Era imprescindible para nosotros disfrutar de Central Park como lo haría un neoyorquino un domingo por la mañana. Visitas lagos, pequeños bosques, te cruzas con ardillas y aves, paras a hacer una fotografía a alguno de los edificios que rodean al parque… Pero a medidas que vas llegando al límite sur comienzan a aparecer las masificaciones de personas. Turistas en bicicleta, patinando y la tranquilidad se llena de ruido y gritos. Sigue siendo una estampa preciosa, pero has perdido esa sensación de soledad que tenías una hora antes.



La estatua de 'Alicia en el País de las Maravillas' y el extremo sur del parque
Decidimos acercarnos a la Grand Army Plaza, junto al famoso hotel Plaza, y conectarnos al wifi. Volvimos a entrar en Central Park para llegar hasta el pie del edificio Dakota, donde han residido tantos mitos de Hollywood (Lauren Bacall, José Ferrer, Judy Garland, etc). Y también donde vivió John Lennon, al que asesinaron a unas decenas de metros del edificio. Visitamos la famosa inscripción con la palabra “Imagine”, donde no falta algún músico callejero haciendo sonar a los Beatles, para deleite de los presentes. Mostramos nuestros respetos al genio de la música, que escribió que imagináramos que no hubiera nada por lo que matar o morir, ni tampoco religiones. Un mensaje que debería oírse más en un mundo como el que nos ha tocado vivir.

Homenaje a John Lennon en el lugar de su asesinato
Nuestra siguiente parada también tenía un toque cinéfilo: el Gray’s Papaya. Al parecer esta cadena de perritos calientes lleva años en decadencia, pero nos apetecía probar eso que volvía loco al personaje de Matthew Perry en la película “Fools rush in” (“Sólo los tontos se enamoran” en España). La verdad es que nos merecía la pena moveros hasta allí para probarlos, aunque si comes sólo uno te quedarás con hambre.


Los perritos del Gray's Papaya
Una vez saciada nuestra hambre nos fuimos al Museo de Historia Natural, en el borde occidental de Central Park y muy cerca del Dakota. La entrada, al igual que el Met, va a donación, por lo que pagamos 10$ cada uno. El museo merece al menos unas tres horas de visita calmada. A diferencia del Met o el MoMA, todo el mobiliario y la propia decoración dan sensación de que necesitan una mejora o modernización. Lo más espectacular sin duda es la planta de los animales prehistóricos, empezando por una recreación del esqueleto del Titanosaurio, el hasta ahora considerado dinosaurio más grande que existió. Pero además se pueden ver fósiles y recreaciones de otros tan famosos como el Tiranosaurio, Diplodocus, Stegosaurio, Triceratops, etc. Para los que os enamoraron estos animales en vuestra infancia este será un lugar para soñar y dejarse llevar por la ilusión recorriendo sus salas.



Un Stegosaurio y un Tiranosaurio en el Museo de Hª Natural
El día acababa y nos decidimos a darle una segunda oportunidad a Times Square. Ya sabíamos que el cambio entre el día y la noche sería espectacular y es la mejor manera de apreciar la magnificencia del lugar. Y efectivamente, así es. Luces por todas partes, innumerables anuncios y también una sensación de agobio constante. Es un lugar exageradamente masificado de personas, donde andar se hace a veces una tarea casi imposible, y sientes que estás en el epicentro del consumismo. Un reclamo constante a comprar y a consumir, con miles de personas que pasean sólo con su mirada en alto para apreciar los neones y las luces de las pantallas. Times Square tiene el encanto de los lugares mitificados, de saber que estás en ese punto del planeta que cualquier persona reconocería de un simple vistazo. Pero a la vez cada segundo que pasas allí te aleja más de él y te hace pensar en esos pequeños momentos en que has disfrutado de la soledad de Nueva York.

Times Square en todo su esplendor
Acababa un domingo en Nueva York. Las palabras de aquel pastor de una iglesia de Harlem nos resonaban a la vez que lo hacían los acordes y los versos de “Imagine”. Estábamos en la vorágine de la capital del mundo y aún teníamos tiempo para la reflexión. Al día siguiente volveríamos al ajetreo del día a día y por primera vez saldríamos de Manhattan, a pisotear a un símbolo de la ciudad.

Puedes leer todas nuestras entradas de Nueva York en este enlace.

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