Hastings y RJ Flowers: fuera del trabajo

En el anterior post os contamos cómo nos fue en la empresa RJ Flowers en lo que se refiere propiamente al trabajo. Ahora vamos con lo más importante, cómo fue toda la experiencia más allá de los campos.

LA GENTE

Aunque el trabajo era duro y tuvimos algunos momentos de bajón, nos lo esperábamos peor, así que fue llevadero. Pero aunque no fuera tanto como pensábamos y cada día notábamos que mejorábamos, lo mejor de haber trabajado estas ocho semanas en RJ Flowers ha sido el trato que hemos recibido de todo el mundo, desde Wendy y John, los dueños de la empresa, al resto de trabajadores.

El primer fin de semana que estuvimos en Hastings y viviendo en el Butterfly todos los mochileros de la empresa (seis españoles y dos checos) recibimos la invitación de Wendy y John para cenar en su casa. No creemos que haya muchas empresas en las que sus dueños te inviten a cenar a su casa, con comida abundante y mucho vino. Estuvimos charlando de cómo estaba la situación en España (sus caras al saber que todos éramos universitarios en paro dice mucho de cómo es Nueva Zelanda, donde nada de eso ocurre), del trabajo y de cómo son los neozelandeses. Fue una noche agradable y que demostraba qué clase de personas eran, siempre atentas. Y siempre estaban atentos a que todo en la empresa funcionara bien, tanto en el campo como fuera de él. ¿Quién ha visto a un dueño ponerse de rodillas a recoger kiwis (medía casi dos metros) o cambiar el jabón y el papel de los baños? En España desde luego no.

Devi y Shona, carácter y buen trato a partes iguales
En el trabajo compartíamos horas con gente de muchas partes: además de neozelandeses, había un grupo de chicos de Samoa, siempre con alegría, cantando y haciendo bromas. Había tres indios, un matrimonio y otra señora de unos 50 años que recogía peras y manzanas a una velocidad que casi no le veíamos las manos. Con la chica del matrimonio, que tenía 24 años, hicimos buenas migas y pasábamos bastante rato charlando con ella. Luego había otro grupo de 11 chicos de Vanuatu que siempre estaban con una sonrisa en la cara aunque la mayoría de ellos no hablaban nada de inglés. Te ayudaban a rellenar tus bins pese a que necesitaban el dinero mucho más que nosotros, aunque hay que decir que algunos de ellos llenaban siete u ocho en el tiempo que nosotros llenábamos dos. Un par de semanas antes de marcharnos de la empresa el ciclón Pam asoló su país y sus gestos se tornaron tristes, ya que muchos llevaban días sin saber nada de sus familias. Y por último los mochileros, que comenzamos siendo muy pocos (los que fuimos a casa de Wendy y John) y acabamos siendo casi veinte, con gente de Francia, Alemania, Finlandia, Jersey y más españoles.

Nuestro premio a trabajadores del día
Y los supervisores siempre fueron muy atentos y respetuosos con nosotros. Siempre nos explicaban todo de la mejor manera posible y pese a que a veces nos equivocábamos o éramos lentos recogiendo, nunca recibimos ni una mala contestación. Una de ellas, Ana, siempre te alegraba el día con buenas palabras o dando premios al trabajador del día. Todo el trato en la empresa fue positivo, desde los jefes más importantes hasta el compañero que llegaba el último.

FUERA DEL TRABAJO

La zona de Hawkes Bay es famosa en Nueva Zelanda, además de por las huertas de fruta, por las horas de sol. Las dos ciudades principales son Napier y Hastings. La primera de ellas es también conocida por estar construida casi íntegramente en estilo Art Decó tras el terremoto que destruyó la ciudad en 1931. Y para "conmemorar" este hecho (la reconstrucción en este peculiar estilo, no el terremoto) se celebra el fin de semana del Art Decó, donde todo el mundo se viste como en los años 20 y por la ciudad pasean coches de la época en perfecto estado. Fue una de las pocas cosas que hicimos fuera del trabajo pero nos encantó el ambiente y la forma en que los habitantes de la ciudad se vestían y disfrutaban pese a lo trágico que resultaba recordar un terremoto donde murieron más de 200 personas.

Fin de semana del Art Decó en Napier
En los alrededores de Hastings tampoco hay mucho más que hacer. El Cabo Kidnapppers acogía a finales de febrero el anidamiento de albatros, pero había que ir cuando la marea lo permitiera y por distintos motivos al final no fuimos. Suerte que Rober y Berta sí que lo hicieron y, aunque no estuviéramos allí en persona, casi pudimos imaginarnos cómo era. A parte de esto, playas y algunas cascadas interesantes y poco más que hacer. Tampoco el trabajo y el cansancio nos daba para mucho más. Una semana recibimos la visita de Quentin, un amigo francés de Rober y Berta, y Antoine, un chico canadiense que no hablaba ni papa de inglés. Les alojamos mientras Quentin buscaba trabajo por la zona y compartimos buenos ratos con ello, con sesión de yoga incluida.

Sí que pudimos interactuar bastante con los compañeros del trabajo fuera de éste. Además de la cena en casa de Wendy y John, invitamos en el día de despedida de Rober y Berta a los chicos de Vanuatu a casa. La idea llevaba varias semanas sin poder hacerse porque comenzamos a trabajar los sábados y necesitábamos descanso, pero viendo que no cuadrábamos optamos por este día. Preparamos tortilla, pa amb tomaquet, algo de hummus y nuestros compañeros alemanes unas tartas de peras y manzanas (cómo no). Entre que seguían sin saber mucho de sus familias y que son muy tímidos y hablan poco inglés no estaban tan animados como días anteriores, pero pese a todo creemos que disfrutaron bastante de la comida y de nuestra invitación.

La cena en casa de John y Wendy (izq), con Quentin y el canadiense (dcha) y con los vanuatenses
También fuimos invitados por el matrimonio indio a visitar su templo Sij los fines de semana. Allí se reúne toda la comunidad sij de Hastings para rezar, pero también para comer y cenar. Fuimos un sábado las tres parejas que vivíamos en el Butterfly y se alegraron mucho de vernos allí. Comimos comida india y charlamos un rato con ellos y al llegar a casa leímos bastante sobre los sijs para conocerlos bien. 

Nuestra visita al templo Sij de Hastings
Nuestro último fin de semana en la empresa lo dedicamos a despedirnos de la gente. Lo hicimos en el trabajo con muchos de los compañeros, aunque de otros no pudimos. Fuimos al templo indio, pero al llegar no estaban y tuvimos que despedirnos de ellos mediante una nota que esperamos que recibieran. Y el sábado noche lo dedicamos a una fiesta de mochileros en la otra casa donde vivían los trabajadores. Nos juntamos cuatro franceses, seis españoles, dos alemanes, dos finlandeses y dos británicos con muchas cervezas y pizzas. Lo pasamos muy bien y nos dimos cuenta que, pese a que nos esperaban las vacaciones, los últimos días se habían hecho bastante agradables.

Fiesta de despedida con los backpackers
Y al salir cada día del trabajo nos esperaba nuestro rincón favorito de Nueva Zelanda hasta ahora: el Butterfly. Así es como se conoce a la casa donde vivimos durante nuestras ocho semanas allí, una casa de estilo colonial de 1910 muy acogedora donde descansábamos y charlamos después del trabajo. Todo el mundo dice que la recogida de peras y manzanas es lo más duro en que puedes trabajar en Nueva Zelanda, pero nadie nos había dicho que rodeado de esta gente y en este ambiente todo lo malo se volvió bueno.

El Butterfly Cottage al anochecer
Gracias a Berta por estar siempre atenta con su cámara para captar cada recuerdo de nuestra etapa en RJ Flowers. Y gracias a cada uno de nuestros compañeros estas ocho semanas por su compañía y por su ayuda, no sólo con las peras y las manzanas sino también a que nuestra estancia allí la recordemos el resto de nuestra vida con mucho cariño. Y gracias al Butterfly por alojarnos entre sus paredes estas ocho semanas.

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