Wellington y cruzar hacia la Isla Sur

DÍAS 30-31 DE MARZO Y 1 DE ABRIL: WELLINGTON Y ESTRECHO DE COOK


El sábado 28 de marzo habíamos dejado la empresa RJ Flowers tras ocho semanas fabulosas y nos disponíamos a aprovechar la parte lúdica de la Working Holiday Visa. Nos despedimos poco a poco de Hastings y de la gente que nos había rodeado desde el 3 de Febrero y nos unimos a Rober y Berta, de Dando una vuelta por el mundo, en un viaje que nos llevaría hasta la capital del país y de ahí a la Isla Sur de Nueva Zelanda.

La "huevona" bajo un arcoiris
Nuestra idea era estar un par de días visitando la ciudad, ya que el miércoles teníamos el ferry con el que cruzaríamos el Estrecho de Cook hasta Picton, puerto de entrada a Te Waipounamu (el nombre maori de la isla). Madrugamos y nos volvimos a subir a nuestra Delica para hacerle de nuevo kilometros sobre el asfalto neozelandes.

Condujimos durante unas cuatro horas hasta que la silueta de la bahía de Wellington apareció a lo lejos. La ciudad se precipita desde las casas de estilo colonial de las colinas hasta los edificios a pie del mar. Y fue en la ladera del Monte Victoria, el más célebre de los que rodea Wellington, donde pudimos aparcar de manera gratuita en la carretera que conduce al mirador. El resto de la ciudad es de pago, salvo el aparcamiento de algún supermercado (el New World es bastante centrico). Desde ahí  bajamos caminando durante unos 20 minutos.

Vistas de Wellington desde el Monte Victoria
Wellington, con sus poco más de 300.000 habitantes, es la segunda ciudad de Nueva Zelanda tras Auckland. Y aunque no destaca por su belleza sí que supera a la gran ciudad en la vida que se respira en sus calles. Cuba Street es la que se lleva la palma en este sentido, con bares animados, tiendas y mucha gente paseando o sentada en sus bancos. Paseamos por varias de sus calles hasta que llegamos a los alrededores del Ayuntamiento y del museo Te Papa, el principal atractivo de Wellington y para el que habíamos reservado el día siguiente.

Rodeamos el puerto deportivo y volvimos a subir las empinadas calles hasta donde teniamos a Delica y la Huevona. El siguiente paso era ascender a lo más alto del Monte Victoria, desde donde se aprecia toda la ciudad. Si diriges la vista hacia allí quizá no sea lo más bello que hayas visto, pero el entorno es privilegiado. Y desde ahí también puedes ver los ferrys que marchan a la Isla Sur, el camino que tomaríamos unas horas después. Antes de anochecer tocaba llegar al Te Kopahou en Owhiro Bay, el mejor sitio gratuito para dormir cerca la ciudad, una reserva marina a una media hora en coche del centro. Allí nos volvíamos a reunir con Steffan y Monika, los checos con los que habíamos compartido casa durante nuestras dos primeras semanas en el Butterfly. Nos volvíamos a juntar los seis mes y medio despues. Nos pusimos al día, nos contaron su experiencia en la Isla Sur y cuando el viento y el frío no nos dieron más tregua, cenamos y nos fuimos a dormir.

Un lugar ideal para pasar una noche en Wellington
El siguiente día lo habíamos reservado para nuestra visita al Te Papa, el Museo Nacional de Nueva Zelanda, del que habíamos oído buenas opiniones. Se encuentra junto al mar, en la zona del puerto deportivo, en un bonito edificio moderno bastante grande. La entrada es gratuita y tienes seis plantas donde recorrer todos los encantos del país, desde su naturaleza al patrimonio maorí, pasando por un repaso a su inestable geología o a la historia de los primeros colonos europeos. Además durante nuestra visita y los meses siguientes hay una exposición temporal dedicada a los 75 años de vida de Air New Zealand que fue de lo mejor. Ahí pudimos hasta diseñar los aviones de nuestra propia compañía aérea.

¿Viajaríais con Mochileo Low Cost Airlines?
Si se visita Wellington es una cita imprescindible, aunque hay que decir que pese a pasar en él casi cinco horas las expectativas creadas no se vieron cumplidas. Eso sí, la dedicación con que los neozelandeses cuidan de su patrimonio (sí, mucho menor que los paises europeos o asiáticos, pero es lo que tienen) hace que merezca la pena acercarse y echar unas horas allí. Además hay wifi gratuito (no muy bueno), que también es un incentivo. Tras salir del Museo volvimos a caminar cuesta arriba hacia el aparcamiento y de nuevo a dormir. A la mañana siguiente tocaba madrugar para dar el gran paso hacia el sur.

Nuestro ferry partía a las 8 de la mañana y debíamos estar allí una hora antes. Decidimos madrugar y desayunar en el parking, sabiendo que el barco tenía media hora de retraso. Para amenizar la espera ya estaba Rober tocando el ukelele o cotillear por las caravanas cercanas. Poco después de las 8 entramos en las entrañas del ferry de la compañía Bluebridge, cuyo precio para dos personas y una campervan de menos de 5'5 metros fue de 226 NZD (oferta de internet). Aparcamos a Delica milimétricamente en su lugar y subimos. Hay varias zonas donde poder pasar las tres horas que dura el trayecto y en varias de ellas puedes dusfrutar de wifi e incluso enchufes donde cargar todos los aparatos eléctricos. 


Rober tocando el ukelele (arriba) y la Delica ya aparcada
El enorme barco salía de la bahía de Wellington y atravesó el Estrecho de Cook hasta las rías cercanas a Picton. En la cubierta soplaba el viento con fuerza, pese a lo cual no había mucho oleaje. Sorteamos islas y cabos hasta que encaminamos el puerto de Picton, la ciudad conocida por ser puerta de salida o entrada de la Isla Sur. Nos montamos en Delica y arrancamos, pisando por fin la isla que todo el mundo no paraba de repetir que era lo más bonito de Nueva Zelanda.

Ya estábamos en tierra. Tocaba disfrutarla.

La ría de Picton

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