Ruta por la Isla Sur: Queenstown nos sabe mejor

Por primera vez desde que estábamos en Nueva Zelanda una ciudad, Dunedin, nos había gustado, lo cual demuestra que el mayor atractivo de este país se encuentra lo más alejado posible de la gente. Por tanto decidimos dirigirnos en nuestra ruta por la Isla Sur hacia los Alpes, a disfrutar de las montañas y bosques del país.

DÍA 25 DE ABRIL: DE CROMWELL A QUEENSTOWN

El 25 de abril de 1915 desembarcaban en las playas de la Península de Gallipoli, en el estrecho de los Dardanelos, actual Turquía, las tropas del ANZAC (Australian New Zealand Army Corps), un ejército conjunto de australianos y neozelandeses creado para la ocasión. En una de las batallas más importantes de la I Guerra Mundial, más de 8.000 soldados de estos dos países murieron. Sin experiencia previa en ninguna batalla bélica, jóvenes y mal dirigidos, fueron masacrados por las tropas otomanas. Desde aquel día creció en ambos países un sentimiento patriótico que ha llevado a la celebración, cada 25 de abril, del ANZAC Day, la fiesta más importante de Nueva Zelanda.

Monumento homenaje a los caídos en Gallipoli en Alexandra
En cada pequeño pueblo del país pudimos apreciar la presencia de un Memorial donde recordar a los caídos en la batalla de Gallipoli, posiblemente el pequeño trozo de historia mundial más reconocible en Nueva Zelanda. Por tanto no era de extrañar que este 25 de abril fuera especial al celebrarse el centenario del desembarco. Decidimos conducir hasta Alexandra, un pueblo algo importante que Cromwell, para asistir a un día histórico. El acto en sí fue muy emotivo y aún más aburrido. No esperábamos fuegos artificiales, atracciones de feria y charanga, pero se convirtió en una sucesión de discursos y la entonación de los himnos australianos y neozelandeses. Allí mostramos nuestros repestos a los que atravesaron el mundo y cayeron luchando por mejorar este mundo en el que vivimos y formar parte de un día especial en el país que nos acoge en esta aventura.

Tras un paseo por Alexandra, donde sólo destacan los restos de un puente histórico, nos montamos en la Jucy con dirección Queenstown. Allí dormiríamos aquella noche en el aparcamiento sur del Rotary Club antes de dirigirnos hacia nuestro objetivo: Glenorchy.

Puente sobre el río Clutha en Alexandra
DÍA 26 DE ABRIL: DE QUEENSTOWN A GLENORCHY

Como recordaréis nuestra experiencia previa en Queenstown había sido más que decepcionante. La ciudad nos había horrorizado por su masificación turística y su nula esencia neozelandesa, pero teníamos una cuenta pendiente aquí. Llegamos al centro de la ciudad bien temprano y paseamos por el camino que bordea el lago. La sensación era la misma: turistas, restaurantes, tiendas, coches... Nada que nos atrajera. Tratando de conectarnos a internet en una cabina Spark nos saludó Diego, un asturiano muy majo que llevaba varios días en la ciudad buscando trabajo y al que conocíamos del grupo de españoles en Facebook. Estuvimos charlando con el sobre el país, el trabajo y nuestros blogs (podéis leer sus aventuras aquí). 

Puerto de Queenstown
Llegaba la hora de comer y no hubo discusión sobre el qué. Uno de los lugares más famosos de la ciudad y posiblemente el más visitado es la hamburguesería Fergburger, situada en la calle principal y fácilmente reconocible por las colas que tiene fuera del establecimiento. Todo lo que habíamos leído y oído era bueno, así que como amantes de las hamburguesas que somos allá fuimos. La variedad es amplia: pollo, cordero, ternera, vegetal, simples, dobles, etc. Además son grandes y están riquísimas. Ahora sí que podíamos hablar bien de algo de Queenstown. Para bajar la comida dimos un paseo por los Jardines de la ciudad, al otro lado de la bahía, uno de los pocos lugares donde no hay masificación.

Disfrutando de las hamburguesas del Fergburger
Y aquella misma tarde fuimos hasta Glenorchy, un pequeño pueblo al noroeste de Queenstown donde hacer varias rutas de senderismo que tendrían que esperar al día siguiente. Paseamos por el pueblo, disfrutamos de las vistas de las montañas nevadas junto al lago Wakatipu y dormimos en el aparcamiento habilitado.

DÍA 27 DE ABRIL: GLENORCHY

El pueblo se encuentra en la cabecera norte del lago y en la desembocadura del río Dart. Pero posiblemente lo más importante de la zona sean las localizaciones de escenas de la trilogía de El Señor de los Anillos (destaca Isengard), el inicio de la ruta de Routeburn, una de las principales del país, y la zona conocida como Paradise. Esta última sería nuestra primera parada, a través de una carretera por el margen derecho del río, bordeando el lago Diamond. Se supone que la carretera te lleva hasta un verde valle, rodeado de altas montañas nevadas, en un paraje que se ha merecido el nombre de Paradise (paraíso). Y decimos “se supone” porque no pudimos verlo. Las lluvias caídas los días antes crearon un pequeño arroyo en el camino por el que no nos atrevimos a meter a la Jucy. Otro lugar donde hay que volver.

Lago Wakatipu de camino a Glenorchy
Tras ese primer intento, el segundo fue avanzar por la ribera del Dart hasta el arranque de la Routeburn Track. El río en este punto se ensancha y se puede apreciar el paisaje de Isengard, aunque imaginando una enorme torre en medio. Al final la carretera lleva al aparcamiento del Routeburn, con una gran caseta explicativa. Desde ahí se inicia la primera etapa, de unos 6,5 kilómetros que te llevan en aproximadamente dos horas hasta el primer refugio. En total la ruta puede ocupar unos tres días, que nosotros evidentemente no ibamos a hacer. Llegamos aproximadamente hasta la mitad de la primera etapa, pero por el camino disfrutamos de bosques verdes plagados de musgo, árboles caídos y otros erguidos decenas de metros, sonido de pájaros y ríos estrechos cuyas aguas bajaban a gran velocidad. La tarde caía, así que no pudimos seguir adelante, pero esperamos poder hacer al menos el recorrido de la primera etapa en otro momento.

Volvimos a Glenorchy con la sensación de que no habíamos podido exprimir al máximo la zona, ya que al día siguiente nos íbamos y el tiempo, en sus dos significados, nos lo había limitado. El camino debía continuar y aún nos quedaba observar desde sus pies al gigante neozelandés.

En el interior del Routeburn Track

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