El mejor glaciar de Nueva Zelanda

Uno de los lugares más concurridos en lo que a turismo se refiere en Nueva Zelanda es la zona de los glaciares Fox y Franz Josef, pero para nosotros existe otro glaciar más espectacular y mucho menos saturado: el glaciar Rob Roy. Dejábamos Fiordland para adentrarnos en el Parque Nacional del Monte Aspiring y huimos de Queenstown para disfrutar de la mucho más tranquila Wanaka.

DÍA 20 DE OCTUBRE: DEL LAGO WAKATIPU A WANAKA


La noche anterior Ana condujo desde el Milford Sound hasta una zona de acampada a unos 20 minutos al sur de Queenstown a la orilla del lago Wakatipu. Habíamos llegado con la noche cerrada y no imaginábamos que al despertar lo haríamos ante unas vistas espectaculares. En Nueva Zelanda por suerte abundan estos lugares, pero eso no impidió que nuestro desayuno aquella mañana fuera algo más lento de lo habitual. El plan del día era pasear por Queenstown, visitar Arrowtown y llegar hasta Wanaka.

Nuestras vistas para desayunar
El paseo por Queenstown, la capital del turismo en Nueva Zelanda, no difirió mucho de lo que habíamos hecho días anteriores: caminar por sus calles atestadas de turistas, visitar tiendas y poco más. La única nota diferente fue probar los helados de la cadena de chocolaterías Patagonia, que sí que merecen la pena (hay otra en Wanaka y Arrowtown). Apenas un par de horas después de haber llegado estábamos saliendo en dirección a Wanaka.

Antes hicimos una parada en Arrowtown. Esta antigua ciudad minera destaca por dos cosas: la primera es por mantener un centro histórico al estilo de los días de gloria de este asentamiento, cuando la gente se agolpaba en las orillas del río Arrow en busca de oro. Hoy día ese centro histórico está a reventar de turistas, la mayoría de ellos chinos que quieren visitar los restos del poblado minero de sus compatriotas, todos ellos llenando las tiendas y cafeterías que restan encanto a lo que puede ser un lugar tranquillo para pasear. Sobre todo porque en sus alrededores está el segundo encanto de la ciudad: las montañas que rodean al valle, con sus diferentes tonos de colores en función del momento del año. Esta vez en plena primavera primaba el verde intenso, pero en los meses de abril y mayo el amarillo y naranja propio del otoño es el protagonista de una estampa preciosa.

Los alrededores de Arrowntown
Una vez terminamos en Arrowtown condujimos hasta Wanaka por la carretera que atraviesa el Crown Range y llega hasta Cardrona, también con edificios de la fiebre del oro como principal reclamo (además de las estaciones de esquí). Nuestra idea en Wanaka era dormir en el aparcamiento del lago Diamond y subir a la cima de la Rocky Mountain, desde donde se ven unas vistas preciosas de los alrededores de la ciudad y de los picos nevados del Parque Nacional. Esta ruta lleva alrededor de unas tres horas ida y vuelta y en algunas zonas aumenta la dificultad. No es una ruta difícil, pero si llegas con poca preparación o algún problema físico puede costar. Una vez arriba las vistas merecen la pena. Bajamos al aparcamiento y ahí pasamos la noche.

Las vistas desde lo más alto de la Rocky Mountain
DÍA 21 DE OCTUBRE: WANAKA

El día siguiente estaba reservado al relax, el descanso y las obligaciones con la higiene. De camino al pueblo paramos en el viñedo Rippon a una cata de vinos gratuitas, del que nuestros compañeros en Felton Road nos habían hablado muy bien, especialmente por las vistas. Una vez allí compramos una botella de Riesling y fuimos hasta Wanaka, un pueblo que nos encanta ya que aún mantiene la tranquilidad que le falta a Queenstown, aunque con suficiente oferta de ocio y un entorno que nada tiene que envidiarle. Tras la comida paseamos por la orilla del lago y fuimos a ducharnos a las duchas de la gasolinera Caltex (1 NZD por cada minuto), tomamos algo en la cafetería Alchemy y de ahí a dormir. Al día siguiente nos esperaba un buen día y había que llevar los músculos relajados.

DÍA 22: ROB ROY GLACIER Y AL LAGO WANAKA


Si se continúa la carretera que lleva al lago Diamond se llega a la estación de esquí del Treble Cone. Ahí comienza una carretera sin asfaltar que te adentra en el valle del impronunciable río Matukituki. En un comienzo la carretera es sencilla, pero a partir de un punto comienza los pequeños riachuelos a invadir la “calzada”. Si no ha habido lluvias abundantes o mucho deshielo estos ríos se pueden atravesar con coches o furgonetas (la Jucy pudo), aunque hay que andar con ojo. No es sólo un arroyo o dos, sino varios, así que hay que medir bien las posibilidades de cada vehículo.

Así luce el camino que te lleva hasta el inicio de la ruta
 La carretera que te lleva hasta el último aparcamiento es un auténtico espectáculo. Notas que estás dejando atrás todo y te internas en mitad de un Parque Nacional, rodeado de montañas que superan los dos mil metros, con sus picos nevados, y conduces junto a un río helado y con la atenta mirada de ovejas, vacas y ciervos. Cuando la carretera se acaba tienes varias rutas de senderismo para realizar. Algunas de ellas requieren de varios días de caminata y tener que dormir en refugios o tiendas, pero nosotros teníamos la idea de visitar el glaciar Rob Roy.

Momento inicial de la ruta, antes de empezar a ponerse cuesta arriba
La ruta hasta el glaciar lleva aproximadamente hora y media o dos horas con dificultad media-alta. Es una subida continua en la mayor parte del trayecto, caminando de forma paralela a un río de fuertes corrientes hasta llegar al final, con la impresionante vista del glaciar (se ve desde lejos, como suele pasar) encajado en una montaña nevada. Para nosotros tanto el camino como las vistas del glaciar superan en mucho a los famosos glaciares Fox y Franz Josef y además no está tan saturado, sobre todo porque el camino es bastante más complicado.

Las vistas desde el final de la ruta
Iniciamos el camino de vuelta cuando tras nosotros oímos un fuerte rugido. Al girarnos descubrimos que parte de la nieve acumulada en una de las montañas caía en una suerte de pequeña avalancha, muy lejos de nosotros, y disfrutamos de otro nuevo momento en nuestra vida: nuestra primera “avalancha” de nieve. Continuamos la bajada hasta el aparcamiento, parando en algunos momentos a disfrutar de la vista y a respirar profundamente el aire puro y limpio de estos rincones del planeta. Al final hicimos la ruta en unas seis horas con parada larga para comer con vistas al glaciar.

Sí, no es una avalancha como para una película, pero nos pareció espectacular
Nuestros días en Wanaka habían terminado y nos dirigíamos hacia la West Coast. Pasamos la noche en una zona de acampada a la orilla del lago Wanaka, con un bello atardecer, para seguir al día siguiente viendo glaciares.

El anochecer a las afueras de Wanaka
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