Si la noche anterior tuvimos la caravana enterrada en el barro durante cerca de una hora, este día pondríamos a prueba la capacidad de su tanque de gasolina y su aerodinámica. Continuábamos la ruta por la Isla Sur atravesando la costa más meridional del país en dirección a la región de Fiordland (tierra de fiordos), donde nos reencontraríamos de nuevo con uno de los imprescindibles de Nueva Zelanda: el Milford Sound.
DÍA 18 DE OCTUBRE: DE LOS CATLINS AL LAGO MONOWAI
Nos despertábamos en la playa de Jack’s Bay, donde bien temprano pudimos ver muy a lo lejos un pingüino caminar en la arena con dirección al mar. El día anterior habíamos intentado (vagamente) volver a verlos en el mismo lugar que los vimos en abril (una bahía en la subida al Nuggets Point) aunque sin suerte. Este día lo reservábamos a visitar los Catlins, un gran desconocido de Nueva Zelanda que suele quedarse fuera de muchas rutas de viajeros por el país. Lo haríamos eso sí muy de pasada, ya que el tiempo en esta región suele ser muy inestable y el viento y la lluvia son acompañantes habituales. Como ya habíamos estado unos meses antes descartamos las cascadas Makai y Purakanui, el Slope Point (el punto más al sur de la Isla Sur) y la famosa señal de Bluff.
Nuestra primera parada iba a ser la playa de Curio Bay. Allí es fácil poder nadar con delfines en la playa, aunque sólo si vas preparado para sumergirte en el agua helada y no era nuestro caso. Por eso fuimos directamente a la otra gran atracción de esta zona, el bosque petrificado. Como explicamos en un post anterior, en esta playa se pueden ver los restos fósiles de un antiguo bosque de millones de años de antigüedad cuando la marea lo permite. A primera vista parece una ensenada con rocas, una más en Nueva Zelanda, pero cuando te acercas y ves con detalle aprecias los restos de árboles. Resulta impresionante pensar que ese lugar hace millones de años era un bosque como los que puedes ver a lo largo de todo el país.
Imágenes del bosque petrificado en Curio Bay |
Acordamos conducir directamente hasta una de estas gasolineras que encuentras en algunas zonas de Nueva Zelanda, regida por una sola persona y sin pertenecer a ninguna de las grandes marcas (BP, Caltex, Mobil o Z), pero ese día estaba cerrada. La otra opción era otra pequeña gasolinera algo más adelante y que según la aplicación Campermate también cerraba ese día. Era eso o tratar de llegar a Invercargill, lo cual era técnicamente imposible. Por el camino tuvimos que parar a un lado de la carretera porque una tromba de agua impulsada por fuertes rachas de viento golpeaba la caravana y casi nos sacaba de la calzada. Cuando el viento nos permitió reanudar la marcha encontramos abierta la gasolinera cuando llevábamos ya varios minutos en la reserva. Un golpe de suerte sin duda, sobre todo porque sólo se podía pagar con dinero en efectivo y no solemos llevar nada encima, pero sí ese día. Reanudamos la marcha entre las verdes praderas, los acantilados y los pastos de vacas y ovejas tan característicos de los Catlins y con una Ana más tranquila. En eso no salió a su padre y se pone muy nerviosa cuando se enciende la luz de la reserva.
Las vacas se nos quedaban mirando |
El lago Monowai está más al sur de Te Anau y a la orilla del lago hay una zona de acampada gratuita donde además se inicia una pequeña ruta de senderismo a través del bosque con vistas al lago. Decidimos ir allí y aprovechar antes del anochecer para caminar un poco después de muchas horas de conducción. Para llegar hasta la zona de acampada hay que atravesar una carretera sin asfaltar durante unos veinte minuto más o menos. Al día siguiente tocaba más carretera hasta el Milford, aunque esta vez no haríamos en viaje en barco. Pero veríamos algunas de las estampas más bonitas que hemos visto en Nueva Zelanda.
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