Nueva York (V): Caminando entre la historia y la tragedia

Por desgracia nuestro viaje a Nueva York entraba en la recta final. En nuestro quinto día visitaríamos el centro histórico de la ciudad, el corazón financiero del mundo, Wall Street. Y como no podía ser menos nos acercamos a conocer más de cerca la tragedia que sacudió al mundo un 11 de septiembre, en un museo que te deja con un nudo en el estómago. Y es que no todo en Nueva York es sinónimo de alegría y felicidad.

DÍA 17 DE ENERO: DISTRITO FINANCIERO Y MUSEO DEL 11-S


Si hay una calle que evoque inmediatamente al capitalismo más salvaje, ese que ha hecho de Nueva York la oficiosa “capital del mundo”, es Wall Street. En esta calle y su entorno se encuentra la Bolsa de Nueva York, desde donde se mueve el destino de millones de personas. Pero quedarse en ese dato y con esa imagen, la de los yuppies ochenteros con corbata y maletín vendiendo acciones a grito pelado, es limitar la importancia histórica del Distrito Financiero de Nueva York.

Nuestro día comenzaba en la zona portuaria situada en el río East, justo al sur del puente de Brooklyn. Desde la parada de metro del ayuntamiento caminamos hasta el faro en memoria del desastre del Titanic, junto al cual aún quedan algunos edificios del antiguo puerto, hoy reconvertidos en tiendas. El día era desapacible por la lluvia, pero a pesar de ello nos acercamos al muelle 15, donde existe un mirador al puente de Brooklyn. Una zona bastante tranquila si tenemos en cuenta el ajetreo que se intuye a unos cientos de metros. Muy cerca de ahí, en el número 55 de la calle Water, está el Elevated Acre, un parque situado entre rascacielos con vistas al río y a Brooklyn, donde imaginamos que en un día soleado irán a comer todos los trabajadores de la zona. Otro pequeño remanso de tranquilidad que no piensas que exista en Nueva York.

Las vistas del puente de Brooklyn desde el Muelle 55
Pero nuestro objetivo para este día era pasear. Recorrer el Distrito Financiero de Nueva York es hacerlo además a través de su historia. Fue en esta zona donde los neerlandeses fundaron Nueva Amsterdam, y en su arquitectura se puede apreciar que es aquí donde reside el espíritu colonial que una vez tuvo Nueva York. Nada, o casi nada, queda de los primeros años tras la fundación, pero el trazado de las calles lo delata. Caminando por Wall Street no sólo te topas con el archiconocido edificio de la Bolsa, sino también con la estatua a Washington, justo en el lugar donde fue investido primer Presidente de los Estados Unidos en 1789. Y todo alrededor de ese lugar desprende un aire histórico: edificios con aire de Europa central, calles que parecen sacadas de Dublín o una pared agujereada por los restos de metralla del atentado anarquista de 1920. Mucha historia por su calles, incluso la que no se puede ver: fue desde estos edificios donde muchísimas personas se lanzaban al vacío tras perderlo todo en el Crack bursátil que cambió el siglo XX, que surgió precisamente aquí, en aquel jueves negro de octubre de 1929.



Edificios históricos, restos del atentado de 1920 y la estatua de Washington
Paseando por estas calles incluso se puede apreciar la dicotomía entre lo moderno y popular y lo antiguo y desapercibido. Apenas a unos pocos metros de distancia se juntan dos símbolos del Distrito Financiero; uno es moderno y es el famoso toro con actitud de embestir (Charging Bull, en inglés). Posiblemente sea por su gesto y su tamaño, tal vez por su color cobre o bien porque no hay nada más representativo del capitalismo salvaje que un toro que se lleva todo por delante, pero esta estatua es uno de los lugares más fotografiados de Nueva York. Dicen que trae buena suerte acariciarle sus partes nobles, y del brillo intenso de tan voluptuoso atributo viril se desprende que la gente busca esa buena suerte constantemente. Aquí también nos volvimos a dar cuenta de lo siempre provechoso que es viajar en temporada baja: apenas cuatro o cinco turistas estábamos junto a él. Pero si se llega aquí hay que dedicar unos segundos a apreciar el parque de Bowling Green, ese trozo verde que hay detrás de todas las fotos. No sólo es el parque público más antiguo de la ciudad, sino que la verja que lo rodea es la misma que ya lo hacía en el siglo XVIII. Pura historia.


Arriba, la escultura del toro y abajo, el parque de Bowling Green
En la misma plaza se encuentra el Museo Nacional de los Indios Americanos, de entrada gratuita, donde se hace un repaso histórico y antropológico de los diferentes pueblos que pueblan y poblaron el continente americano, desde el norte hasta el sur. Hay objetos, trajes, armas y muchísima información, desde los incas a los inuit pasando por los cherokees, los mayas o los iroqueses. Merece la pena invertir un par de horas en ver con detenimiento este museo gestionado por el Instituto Smithsonian.

Por la compleja estructura de su callejero y por lo valioso del lugar, el paseo por el Distrito Financiero te sacude de un lugar a otro, donde es mejor esconder el mapa y dejar que sean los edificios y lugares icónicos los que te sorprendan. En un paseo de apenas diez minutos se puede ver la iglesia de la Trinidad y su vetusto cementerio y de repente estar a los pies del nuevo One World Trade Center y su modernísimo centro comercial y estación de metro y tren, obra del arquitecto español Calatrava (que a nosotros nos gustó bastante, la verdad). Y junto a ellos, el memorial del 11-S.


El cementerio de la iglesia de Trinidad (arriba) y el nuevo centro comercial
Todos los que teníamos conciencia aquel 11 de septiembre de 2001 recordamos exactamente qué estábamos haciendo cuando aquellos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas. Con aquel atentado dio comienzo el siglo XXI tal y como lo entendemos ahora y resulta abrumador estar en el lugar donde ocurrió aquella tragedia. Y si veníamos a Nueva York no podíamos faltar a la cita con el museo que relata lo ocurrido aquel día. El memorial en sí es sencillo: dos enormes piscinas donde una vez estuvieron los rascacielos más altos de la ciudad y los nombres de los fallecidos escritos alrededor, junto a un parque con árboles austeros y sencillos. Un lugar recogido y generoso.



Arriba, el nuevo edificio y abajo, una de las piscinas del memorial a la víctimas del 11-S
La entrada al museo cuesta 24$, pero es gratuito si se va un martes por la tarde y se reserva el día antes. El espacio, enorme, se ubica bajo tierra, donde una vez estuvieron las Torres Gemelas. Eso en sí ya te deja huella. Pero a medida que avanzas en la visita el sentimiento de aflicción crece: restos de vigas donde impactaron los aviones (que hay que confiar en que sean exactamente lo que dicen que es) o una escalera por la que muchísimas personas salvaron su vida. Pero es en la sala principal (no se pueden tomar fotos) donde se puede apreciar todo sobre el atentado: además de un cronograma detallado con todo lo que ocurría en todos los lugares implicados, hay pertenencias de fallecidos y supervivientes, camiones de bomberos destrozados, restos de los aviones, grabaciones de audio de los terroristas, llamadas telefónicas realizadas desde los edificios o los aviones e incluso una (pequeña) zona dedicada a la conspiración. La visita, que puede llevar unas dos horas, es inevitablemente triste. Sentirte rodeado por diferentes piezas (unas pequeñas y otras enormes) de un acontecimiento de ese calibre, con un sonido sólo roto por las voces grabadas de personas que unos minutos después habían muerto, todo a unos metros bajo el suelo donde aquel 11 de septiembre se derrumbaron dos rascacielos de 400 metros de altitud, te hace sentir muy pequeño.


Distintos elementos del museo del 11-S
Salimos con la sensación pesada de haber vuelto a revivir aquel día y el desagradable pensamiento de que, en el tiempo que nos ha tocado vivir, no nos queda más remedio que vivir con esa carga que puede aparecer detrás de cada esquina. La historia de Nueva York concentrada en un distrito al que llaman Financiero pero que ciertamente es el núcleo histórico de la ciudad, del país y, por qué no decirlo, del mundo. El siguiente día nos contaría la historia de las manos que ayudaron a construir América.

Puedes leer todas nuestras entradas de Nueva York en este enlace.
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2 comentarios :

  1. Hola, un artículo muy interesante.
    Estoy intentando planificar mi viaje a NY para diciembre y me gustaría saber cómo lo hicisteis para reservar por internet la entrada gratuita al museo del 11S sin tener que hacer cola el mismo día. ¿Te da directamente esa opción en la web un día antes?
    Un saludo y muchas gracias

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    1. Hola M_viajera. Muchas gracias por tu comentario y esperamos que te haya servido el artículo. Sí, si no me equivoco las entradas para los martes gratuitos en el Museo del 11-S se pueden reservar el día antes. Creo casi al 99% que eran 24 horas antes, pero nosotros los reservamos sin problemas la noche antes de ir (el lunes por la noche) o incluso la misma mañana y no tuvimos problemas. Diciembre es una época del año con más visitantes que enero, así que te recomiendo empezar a chequear la web de reservas desde las 17 horas del lunes. ¡Las colas para sacar la entrada el mismo martes son larguísimas!

      Esperamos que disfrutes mucho de tu viaje y cualquier otra duda que tengas nos preguntas sin dudarlo. ¡Un saludo!

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