Como si estuviéramos tomando algún tipo de impulso para un gran salto, nuestro primer día en la isla de Kauai había sido uno de los más tranquilos del viaje. Pero lo que estaba por venir iba a ser el colofón perfecto para estos diez días en Hawái, a falta de lo que visitaríamos en Oahu. Como resumen un dato: nunca antes habíamos disfrutado tanto de algo como de aquel vuelo en helicóptero por Kauai.
DÍA 25 DE ABRIL: KAUAI
Para que nos entendáis: todo en Hawái es espectacular. Pero sin duda alguna dentro de cada destino hay un punto que puede destacar por encima de los demás. Para nosotros ese lugar fue la isla de Kauai, donde dividimos nuestro segundo día en tres partes, cada uno de ellos especial por algo distinto al anterior.
Para comenzar a explicar la belleza de Kauai basta con enumerar algunas películas rodadas en la isla. Parque Jurásico y su última secuela, Jurassic World, En busca del arca perdida, Los descendientes, Hook e incluso Lilo & Sticht, entre otras muchas. Es fácil imaginar, por tanto, qué tipo de paisajes se pueden encontrar en Kauai. Y en este día teníamos pensado descubrirlo casi todo.
Nuestra idea la noche anterior era dormir lo más cerca posible del camino al cañón de Waimea. Después de que el ranger nos despertara para comprobar que habíamos pagado la noche de camping (el día anterior nos escribieron mal la fecha), condujimos hasta el pueblo de Waimea y ahí tomamos la carretera que te adentra en el cañón. Era bastante temprano y por suerte la carretera estaba libre de turistas. Nos habían aconsejado que la mejor hora para ver el cañón y la costa de Napali era esta (empezamos a las 7) y desde luego bien que lo agradecimos. En un principio la carretera simplemente se dedica a subir y girar las decenas de curvas, pero poco a poco van apareciendo los miradores para disfrutar de las vistas del cañón. Mezclando el rojo de la tierra y el verde de la vegetación, los altos acantilados sobre el río Waimea dibujan un paisaje que parece sacado de otros puntos del planeta. Existen numerosas rutas de senderismo para poder disfrutar de otras vistas del cañón, que bien merece la fama que recibe, y también de la pequeña isla de Niihau. Habíamos llegado tan temprano que los pocos puestos de ventas de refrescos y souvenirs en los miradores aún no estaban montados.
Continuamos la carretera parando en cada uno de los miradores donde observar el cañón desde ángulos distintos. La vegetación envolvía un camino que muere en las vistas sobre la costa de Napali, la gran atracción de la isla. Paramos en el centro de información del Parque Estatal, pero la mujer que justo en ese momento abría las puertas del recinto (eran las 8 de la mañana) nos aconsejó que siguiéramos el camino para aprovechar lo que ya nos habían dicho antes, que aquella era la mejor hora para ver la costa, así que seguimos hacia delante.
Distintas imágenes del cañón de Waimea |
La carretera llega hasta el mirador de Kalalau, junto al río Kalalau, los acantilados de Kalalau y la playa de Kalalau. Por ahí pasa la ruta de, cómo no, Kalalau, de unos 17 kilómetros y una de las más conocidas del mundo. Y un poco más adelante las vistas desde el mirador de Puu O Kila. Las vistas desde los miradores son simplemente impresionantes. Por suerte y gracias a seguir los consejos que nos habían dado, pudimos ver los acantilados de la costa de Napali limpios de nubes. Las montañas, trazadas como si hubieran sido rasgadas por enormes garras, morían casi en un océano de aguas limpias y cristalinas. Poco a poco, como si desde algún punto de la montaña alguien pusiera en funcionamiento una máquina de nubes, una espesa capa blanca empezó a ocuparlo todo, dejando apenas unos segundos de visión de la costa. Todos los visitantes que llegaron tras nosotros alucinaban cuando uno de esos claros dejaba ver aquella maravilla natural. Nosotros habíamos podido verlo en su totalidad.
Los acantilados de Kalalau (arriba) y Ana paseando con la fábrica de nubes al fondo. |
Las "Jurassic Falls" y dos escenas del cañón de Waimea desde el aire. |
Una vez aterrizamos nuestra primera impresión era que aquello que habíamos visto no podía ser real. Ana ironizó con que nos habían subido a un simulador y lo que habíamos visto era fruto de los efectos especiales. No salíamos de nuestro asombro. Montañas, cascadas, playas, acantilados… El vuelo iba comentado en todo momento por el piloto y en nuestros auriculares podíamos oír sus explicaciones y música (el momento en el que nos acercábamos a la catarata Wanamaiopuna, las Jurassic Falls, con el tema principal de la película fue especialmente emocionante). Sabíamos que había sido caro y que otras compañías son más baratas, pero en el momento que despegamos nos olvidamos del precio y sólo disfrutamos de lo que estábamos viendo. Nuestra experiencia viajera, sin ser enorme pero lo suficientemente amplia como para poder opinar, no nos ha brindado un momento igual.
Aún con la excitación nos fuimos a comer algo y a no dejar de comentar el vuelo. A la mañana siguiente tomábamos el avión a Honolulu y decidimos dormir en el Parque de Anini Beach, en la costa norte. Desde Lihue a este punto se encuentra la zona más turística de la isla, más resguardada de las lluvias. Se encadenan los pueblos con hoteles, resorts, restaurantes y playas. Paramos en el faro de Kilauea, zona de avistamiento de aves, y seguimos conduciendo hasta la playa donde dormimos. Habíamos tratado de pagar, sin éxito, la acampada para aquel día en la oficina del condado, así que lo debíamos de hacer en la propia playa. Encontramos a la ranger, que nos cobró los 5$ por persona, aparcamos el coche y buscamos un lugar donde poner nuestra tienda. La zona es un amplio césped cubierto de árboles y una pequeña y tranquila playa. Habían bastantes tiendas, la mayoría localizadas lo más cerca posible de la orilla del mar, así que buscamos un hueco y plantamos nuestra destartalada tienda.
Nos quitamos los zapatos y los fundimos con la arena de la playa y el mar. Caminamos, observamos a nuestros vecinos de tienda y nos sentamos a ver el anochecer en el horizonte de Kauai. Era el momento de realizar dos difíciles ejercicios mentales: el primero, procesar toda la belleza que nuestros ojos habían captado ese día; el segundo, el más difícil, era asimilar que nuestros días en Hawái estaban tocando a su fin. Al día siguiente volaríamos a Oahu, la más poblada y saturada de las islas de Hawái. Pero en aquella playa, cuando no quedaba más luz que un fino rayo de sol ni más sonido que las olas del mar, nos prometimos que volveríamos a Kauai.
Distintas vistas de la costa de Napali desde el helicóptero. |
El anochecer en la playa de Anini. |
Recuerda que puedes ver todas nuestras fotos de la isla de Kauai en nuestra página de Flickr y todo nuestro viaje de Hawái en este enlace.
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